sábado, 31 de diciembre de 2011

Hasta siempre, Diego

El tecladista Diego Rapoport falleció repentinamente anoche de un paro cardiovascular mientras se dirigía hacia Bariloche, su ciudad de residencia. Volvía de visitar a su amigo Luis Alberto Spinetta, ya que estaba al tanto de su enfermedad.
Rapoport se hizo conocido precisamente en la emblemática banda del “Flaco”, Spinetta Jade, colaborando activamente en los dos primeros álbumes: “Alma de diamante” y “Los niños que escriben en el cielo”. Además, en los años 70 y 80 su exquisito teclado acompañó también a bandas y solistas del rock nacional como Serú Girán, Raíces, Seleste y David Lebón, entre otros. En pleno éxito, cambió el frenesí porteño por la tranquilidad y la belleza de la Patagonia donde compartió escenarios con diversos artistas y transmitió su arte a cientos de alumnos.
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“Siento que con él (Spinetta) he tenido un contacto musical que con muy poca gente tuve. Aparte por la sencilla razón de que la música de Luis siempre me gustó mucho. Cuando nos ponemos a tocar juntos hay una comunicación enorme, que la tengo con otros músicos pero con Luis es como si sintonizáramos la misma frecuencia y entonces es impresionante lo que sale (...) Mi estilo tiene muchísimas influencias. Yo no sé si tengo estilo inclusive. Durante muchos años mis ídolos fueron Oscar Peterson y Bill Evans y eso se nota. Empecé a escuchar otro tipo de cosas luego, como Hancock, Corea y Jarrett, que es lo más increíble que hay” (de un reportaje publicado en la revista "Expreso Imaginario", allá por el año '79 u '80).
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Les dejo 3 temas para que lo aprecien en toda su dimensión:

La diosa salvaje by Spinetta Jade on Grooveshark

La diosa salvaje - Spinetta Jade, del álbum "Alma de diamante".

Un Viento Celeste by Spinetta Jade on Grooveshark

Un viento celeste - Spinetta Jade, del álbum "Los niños que escriben en el cielo".

Tema de Nayla by Seru Giran on Grooveshark

Tema de Nayla - Serú Girán, del álbum "Bicicleta".

lunes, 19 de diciembre de 2011

La nueva historia argentina

Fuentes confiables aseguran que, a expreso pedido del Gobierno, nuestros científicos nac & pop han logrado inventar la mítica Máquina del Tiempo. Es más, durante estos últimos meses, un importante grupo de funcionarios, políticos, intelectuales y artistas ha estado viajando secretamente a épocas pasadas con el objetivo de realizar algunos pequeños “ajustes” en la historia argentina. Para que cierre un poquito mejor, ¿vieron? Vendría a ser una onda “Volver al Futuro” o “Terminator”, ¿se acuerdan? Dicen que las misiones fueron un éxito y así lo prueban los siguientes cuadros inéditos encontrados recientemente en viejos depósitos, bibliotecas y museos, y que pronto serán dados a publicidad. Pacho y los muchachos del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico agradecidos. Los niños argentinos: a estudiar todo de nuevo.

Arrancamos con la primera. Cristina funda por segunda vez la Ciudad de Buenos Aires. El señor de pechera naranja que aparece debajo de la espada tiene un asombroso parecido a Schoklender, lo que siembra dudas sobre cómo fueron construidas las primeras viviendas. El indígena que se ve a la derecha mira la escena con respeto; “si te portás mal lo llamo a Insfran”, le habría dicho la presi. Dicen los expertos que esta imagen tiene tanto valor como un título de propiedad y serviría para rajarlo a Macri. Ah, y según los revisionistas, el tal Juan de Garay nunca existió; al único Garay que reconocen es a “Cacho”, el contador de chistes.

Al terminar las invasiones inglesas, Beresford no se rinde frente a Liniers sino ante el súper secretario Guillermo Moreno. “Hasta lo del aceite hirviendo la veníamos piloteando bien, pero cuando lo vimos calzarse los guantes de box nos cagamos todos”, declaró el militar ingles en rueda de prensa. Para compensar la humillación le regalaron unos terrenitos en la Patagonia.

Olvidensé de los nombres de esas calles que atraviesan el barrio de Once; esta es la verdadera Primera Junta de Gobierno surgida el 25 de mayo de 1810 (el segundo 25 de mayo más famoso). No hace falta presentar a los muchachos que aparecen en esta hermosa pintura de época. Dicen que Boudou salió al balcón a cantar y Moreno se ocupó de investigar de dónde salía el papel para el diario de su tocayo, “La Gazeta”. Ante el grito popular “¡¡¡el pueblo quiere saber de qué se trata!!!”, la Junta le ordenó a Barone: “Orly, salí y justificá lo injustificable como vos sabés”.

Contrariamente a lo que se cree, la bandera no fue creada por el General Manuel Belgrano sino por Cristina. Y no fue a orillas del Paraná sino del lago Argentino y con el glaciar de fondo.

Creación del Himno Nacional Argentino. Olvidensé de Blas Parera y Margarita Sánchez de Thompson; la canción patria sonó por primera vez en el piano de Fito y la voz de la ex “pechocha” Flor Peña.

No se confundan, Güemes es sólo una calle fashion de Mar del Plata y una galería porteña que une las calles Florida y San Martín. Los famosos gauchos fueron creados por Máximo y son los antecesores de La Cámpora.

Se derriba otro mito, San Martín jamás cruzó la Cordillera de los Andes ni liberó Chile. La nueva versión oficial indica que días antes de salir le hicieron una fotomulta por exceso de velocidad con su caballo y se quedó sin puntos de scoring para montar. Adivinen quién fue en su reemplazo. “No se hagan los rulos”, les habría dicho a los realistas apenas piso suelo trasandino.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Al fondo que hay lugar

Para ir al trabajo, al club, al cine, a la cancha o a lo de esa noviecita que vive en el conurbano, todos alguna vez hemos viajado –o lo seguimos haciendo- a bordo de ese gran invento argentino que es el colectivo.
Generoso y querendón, este medio de transporte nos sumerge en un mundo fantástico y misterioso en el que no faltan las largas esperas, los fríos, los calores, los apretujones y las frenadas bruscas sin previo aviso. Lo cierto es que, más allá de estos pequeños detalles, siempre vamos a tener como compañeros de viaje a los simpáticos personajes que se describen a continuación.

EL VIGILANTE
No tiene nada que ver con los integrantes de la fuerza del orden. Hombre de civil, se calza el traje de justiciero y su especialidad es conseguirle asiento a los mayores, a las embarazadas y a las que suben con algún crío en brazos. Su método tiene muy poco de sutil y roza el escrache. “Por qué no te levantás, hermano, ¿no ves que hay una embarazada?”, “¡¡¡A ver quién le da el asiento al abuelo...!!!”, “Che, qué solidarios que son, ¿eh? Así anda el país”, son sus gritos de guerra predilectos. Al sujeto “denunciado” no le queda más remedio que abandonar su lugar y marchar silbando bajito y sonrojado hacia algún rincón del bondi menos caliente. Sabe que lleva todas las de perder.

EL QUERENDÓN
Personaje del sexo masculino, sin discusión. Tiene mucho cariño para dar, sobre todo a aquellas señoritas de geografías generosas y atuendos sugerentes. Sabe que, como en el fútbol, tiene prohibido usar las manos, pero se las rebusca arrimando otras partes de su cuerpo igual de firmes y sensibles. Ante el clásico “me estás apoyando, flaco”, se hará el ofendido o contragolpeará con el no menos clásico “¡pero si a vos no te toco ni con un chorro de soda, nena! ¿Quién sos, Jesica Cirio?”. Cuando no puede imponer el contacto físico se dedica a relojear escotes, y si lo pescan in fraganti, fingirá que está leyendo de ojito el “Crónica” del jubilado que viaja sentado enfrente.

EL PIRATA
No apuntes otra vez para el lado pícaro o sexual, nada que ver. Así como están los del Caribe, los informáticos y los del asfalto, también existen los piratas de asientos. Perdón si se ofenden las chicas, pero este personaje generalmente es mujer, no me digan que no. Es fácil de reconocer: muestra movimientos nerviosos y está atenta a cada lugar que se desocupa para primerear al resto de los que están parados a su alrededor. No sé cómo carajo hace pero siempre logra apoyar la sentadera antes que vos, a pesar de que estabas de frente al asiento y ella de espaldas o en la otra punta. Parece que tuviera con ojos en la nuca, la hija de su madre. Y todo vale, no importa si tiene que pisar callos, pegar tetazos o trepar por arriba de bolsos o valijas.

EL TAPÓN
Básicamente se divide en dos clases: el de entrada y el de salida. El primero es extremadamente molesto y conspira contra la seguridad de parte del pasaje. Es ese personaje que, con su tarjeta ya pasada, se estaciona pancho junto a la máquina lectora. Esto impide que los que vienen atrás puedan pasar la suya y hace que los últimos en subir viajen 40 cuadras colgados.
El tapón de salida no es menos molesto. Encontró su quintita delante de la puerta de descenso y logra que todo el mundo le realice la misma pregunta: “¿bajás, flaco?”. En ocasiones se corre de mala gana y en otras se hace olímpicamente el boludo, lo que en el apuro te obliga a gambetearlo a lo Messi o a hacerlo bajar con vos a lo Pichot.

EL TARDÍO
Por alguna razón se acuerda tarde de bajar, y en su carrera loca hacia la puerta termina empujando, pisando y golpeando a todo el mundo. Su capacidad de daño es directamente proporcional a la estrechez del colectivo y a la cantidad –y volumen- de los pasajeros. Consejo 1: trabá los abdominales porque de un codazo en las costillas te puede dejar sin aire. Consejo 2: no está de más agarrarte la billetera porque entre tanto pasajero tardío puede haber algún chorizo camuflado.

EL DORMILÓN
Deberían aplicarle un recargo en el boleto ya que usa el viaje para recuperar horas de sueño. Aunque hay que aclarar que este espécimen se podría dividir a su vez en 2 tipos bien definidos: el trasnochador y el laburante. El primero acaba de concluir una larga y frenética noche de juerga y, totalmente alcoholizado, se arroja desmayado en el primer asiento que ve. Apoya el culo casi en el borde para que la nuca se desplome sobre el respaldo y abre las gambas al estilo “10 y 10”, impidiendo que nadie pueda sentarse a los costados. De todas maneras, vencer la resistencia de sus piernas no significa el fin de los problemas: en alguna curva violenta, un grueso hilo de baba puede escapar de sus labios y aterrizar en tu camisa recién planchada. El dormilón laburante, en cambio, no busca echarse un torrito, pero después de 12 horas de peloteo lo derriba el sueño. Imposibilitado de mantener la vertical, en una primera fase se inclina sobre vos y en una segunda termina posando su cabecita sobre tu hombro, haciendo que todo el pasaje se acuerde del famoso film “Secreto en la montaña”. Sin embargo, hay que ser solidario con este pobre señor; es preferible atajarlo con tu cuerpo a que pendule hacia el lado equivocado y termine haciendo un estruendoso pogo contra el piso del bondi.

EL QUEJOSO
En el fondo es una persona que necesita hablar con alguien, y en el colectivo encuentra terreno fértil para ello. Sus frases preferidas son “en este país se viaja como ganado”, “estos tipos manejan como animales”, “La gente está cada vez más loca”, “qué línea de porquería; diga que la tomo porque no me queda otra, ¿vio?”. Una vez que su ocasional interlocutor muerde el anzuelo, el quejoso arremeterá con un monólogo que irá desde la polémica grieta en la política hasta la mala influencia de Tinelli en la juventud, pasando por los desmanejos en la AFA y el calentamiento global.

LA QUISQUILLOSA
Otro personaje que pertenece en su generalmente al sexo femenino. Viaja inquieta y cualquier roce la molesta. Los colectivos atestados de gente potencian su histeria, y no hay que esperar demasiado para que te clave la mirada o pase a la acción disparando frases como “ay, me estás empujando con la mochila” o “nene, pedí permiso si querés pasar”. Por supuesto, del otro lado recibe contraataques del tipo “si quiere que no la toquen viaje en taxi, señora” o “¿decime dónde querés que me ponga, no te das cuenta que va lleno?”. Para la quisquillosa, toda reacción ajena será considerada impropia y redoblará la apuesta con un “no seas insolente, mocoso”. El inesperado ping-pong de insultos culminará cuando alguien de atrás grite cansado y en nombre de todos “¡¡¡callaaate looooca!!!”.

LOS QUILOMBEROS
En este caso no se trata de uno solo sino que actúan en grupo. En su mayoría son adolescentes que acaban de salir del colegio o de jugar un agitado partido de fútbol. Copan medio colectivo y su nivel de excitación no los deja estar un minuto completo sin gritar, insultar o pegarse. Deben ser miembros de una misma familia porque todos se llaman entre sí “boludo”. Por momentos despiertan al milico que llevás adentro y te hacen balbucear por lo bajo frases como “yo los cagaría a trompadas a estos pendejos de mierda” o “en mi época esto no pasaba”. Al bajar estos vándalos, se produce la misma sensación que cuando cesa un terremoto o se acaba de alejar un destructivo huracán.

EL ACALORADO
Este personaje pertenece casi con exclusividad al género masculino y se lo padece especialmente en el período que va de mayo a agosto, o sea el crudo invierno. Es un ser inofensivo hasta el fatídico instante en el que consigue un asiento. Con la camisa desabrochada hasta la mitad al estilo Sandro, los cero grados de térmica no son impedimento para que abra la ventanilla como para tirarse. Si viajás adelante de él te lo podés llegar a bancar; si estás sentado justo detrás, es muy probable que llegues al laburo con faringitis aguda y el rostro rígido cual estalactita.


Es tiempo de poner el broche final pero quedan muchas tipologías por describir. Podría nombrar al que viaja exclusivamente del lado del pasillo haciendo que todos le pidan permiso para ocupar la ventanilla, al que se hace el dormido para no ceder el asiento, al que cambia de lugar permanentemente, al que le da charla al colectivero, al vendedor ambulante, al que viaja con 4 valijas y ocupa medio bondi, al que habla a los gritos por el celular para que el mundo se entere de lo bien que le va... Todos tenemos algo de estos inefables personajes que suelen circular a diario a bordo del famoso “mundo de 20 asientos”. Y si hay algún estrecho que no se ve reflejado en ellos, una de dos: o es un bacán que viaja en taxi... ¡¡¡o labura de punga!!!

jueves, 1 de diciembre de 2011

Calcomanías para todos

La Argentina es un país recontra generoso, y nadie duda que con un poquito de osadía, creatividad e ingenio se puede ganar mucha guita o al menos salir de pobre. Y si no preguntenlés a los inventores de esas calcomanías que muchos autos lucen en su parte trasera y que muestran mediante trazos infantiles cómo está compuesta la familia que viaja en cada uno de ellos, incluida alguna que otra mascota.
Armar a esa simpática troupe de a bordo no es difícil. Cada integrante viene en un sticker individual y, para que nadie se sienta discriminado, los hay de todas las edades, sexos y actividades. En las calles porteñas ya están causando furor y hoy por hoy gozan de tanta popularidad como el corte de pelo wachiturro o las pulseritas Power Balance.
De todas formas, yo con estas cosas ando con pies de plomo, que quieren que les diga. La calle está un tanto heavy y personalmente no comparto esa onda de andar anunciando en la vía pública cuántos hijos tengo, de qué edades y qué deportes practican. Pero bueno... como la filosofía de este blog no es tirar abajo el laburo de los demás sino todo lo contrario, voy a aportar una serie de ideas para que los fabricantes de estas simpáticas calcos puedan agrandar su negocio y de paso cañazo ampliar su target. Va con la mejor, ¿eh? Desde ya, se aceptan sugerencias.
Calcomanías para familia de esposo corrupto. Se venden mucho en la zona del Congreso de la Nación y en las inmediaciones de la Plaza de Mayo.
Para dueño de desarmadero de autos. Por las dudas no estaciones el tuyo demasiado cerca, no te van a quedar ni las calcomanías.
Para señores con doble vida. Algunos stickers traen como opcional la leyenda "dejame que te explique".
Para maridos sometidos. No hay mucho que agregar. No le toquen demasiada bocina porque lo mandan de cabeza al psicólogo.
Para kirchneristas rabiosos. Por cada sticker se entrega una Asignación Universal por Hijo. No se venden para todos los autos, sirven para un solo "modelo".
Para la camioneta del gaucho solitario. Es que los inviernos en el campo son tan largos...
Para dentista con pocas pulgas. Se pueden usar solo bajo libertad condicional.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Los disparadores seriales


La fotografía es un arte y, como tal, tiene miles de practicantes, fanáticos y seguidores. Están los profesionales, los aficionados y también los simples documentadores de lo cotidiano. Con el auge de los celulares y las cámaras digitales, todo el mundo lleva encima algún elemento que sirva para inmortalizar cada hecho o acontecimiento destacado, llámese cena, cumpleaños, té canasta o encuentro fortuito con algún cuatro de copas de la farándula local.
Pero como ocurre casi siempre, este tipo de avances tecnológicos suele desembocar en abusos y adicciones. Y bastante graves. La muerte del rollo a manos de las inagotables tarjetas de memoria dio origen a la fotografía sin límites y potenció el accionar de una serie de personajes que, otrora reprimidos por lo oneroso del revelado, hoy se han convertido en una raza ingobernable.
En su vida cotidiana le disparan absolutamente a todo, y estando de vacaciones son tan insoportables como cuando regresan de ellas. “Venite a casa así ves las fotos de Brasil”, te invita entusiasta un amigo, cuando no las publica directamente en alguna red social. Y temblá. Preparate para fumarte 100 fotos iguales del Pan de Azúcar, otras tantas del Cristo del Corcovado y una minuciosa documentación de cada desayuno, almuerzo, merienda y cena. Con entrada, plato principal y postre, por supuesto.

EL NATURALISTA
Retrata cada yuyito que ve por ahí como si fuera el eslabón perdido entre la flora de la Era Cenozoica y la radicheta. Captura cantidades industriales de atardeceres para que sus contactos y seguidores le dejen comentarios halagadores, reflexivos o de tono romántico. Cree que sus fotos son obras de arte y no se cansa de anotarse en cuanto concurso ande por ahí. Por supuesto, nunca gana nada y termina echándoles la culpa a “los acomodados de siempre”. La explicación a su fracaso se vio aquel día que intentó sacarle a la luna con flash. Su sueño es trabajar para la National Geographic, aunque para los que tienen que padecer sus fotos, este especímen es una verdadera pesadilla.

EL SIBARITA
Es un bon vivant y en cada foto le gusta mostrar su felicidad. Hace denodados esfuerzos para exhibir sus 32 piezas dentales y mantiene de manera férrea una expresión de superioridad. Nunca va a retratarse en un bondi o con una feria costumbrista de fondo. Siempre lo vas a ver con un trago largo en la mano, debajo de una palmera, en un jacuzzi o tendido sobre una hamaca paraguaya. Si con esto no es suficiente, lo complementa con un excesivo y grotesco bronceado, una camisa hawaiana y la compañía de algún animal exótico como un mono o un papagayo.

EL FIESTERO
Variante algo transgresora y desprolija del anterior. No le alcanza el entorno cinco estrellas para demostrar que la está pasando bomba, sino que necesita reforzarlo con gestos de descontrol. Se repiten hasta el hartazgo las manos en primer plano, los pulgares arriba, los ojos desorbitados, los desenfoques y las lenguas afuera estilo rolinga. Las imágenes diurnas escasean, aunque son reemplazadas por quichicientas tomas en confusas festicholas nocturnas en donde nadie pasaría un control de alcoholemia por los siguientes 4 o 5 días.

EL CULINARIO
Forma parte del selecto podio de los disparadores compulsivos, si no es el number one. En alguna vida pasada seguramente laburó de fotógrafo de alimentos. De cajón. De otra forma es difícil explicar su obsesión por retratar cada bandeja o recipiente con comida que aterriza en la mesa, así la haya pedido en un restaurant o cocinado él mismo en su casa. Su lugar en el mundo son los hoteles con sistema de buffet froid, donde se hace una panzada con la aparatosa ornamentación del desayuno, el almuerzo o la cena. También adora las cadenas de cafeterías. Allí suele lograr interesantes primeros planos de medialunas, lemon pies, brownies y capucchinos con nombres raros. Armate de paciencia si decidiste compartir algún plato con este sujeto: no vas a poder mover un solo grano de arroz hasta que no termine de fotografiarlo en todos los ángulos y posiciones posibles. Y te digo más, si lo pediste para vos solo es muy probable que tampoco tengas la libertad de hincarle el diente. Antes lo va a querer inmortalizar. “¡Chicos, esperen! No coman nada hasta que nos sirvan a todos así nos sacamos una grupal con todos los platos”, se va a encaprichar ante una concurrencia que estalla de hambre y de fastidio.

EL INDOOR
Fanático de las habitaciones y los lobbies de hotel. Le saca a la cama (con él/ella echado/a arriba), al inodoro, al bidet, al ropero y al teléfono para llamar el conserje. Si la tarjeta de memoria se lo permite, extiende su colección de objetos al jabón, a la grifería y al papel higiénico. Si de casualidad le encontrás algún paisaje, no te ilusiones, es fija que lo tomó a través de la ventana de la habitación. Por supuesto, no abandonará el lugar sin posar en cada uno de los sillones de la recepción o saliendo de la ducha con la toalla de turbante.

EL EYACULADOR PRECOZ
La documentación gráfica de sus vacaciones empieza ni bien traspone la puerta de su domicilio. No aguanta a llegar a destino para dar rienda suelta a su voracidad por obtener imágenes. Arranca sonriente en la terminal o en el aeropuerto y la sigue con ímpetu adentro del micro o del avión. Se saca junto al chofer, la azafata, el comisario de a bordo y el piloto, incluida la infaltable foto probándose la gorra de este último. Cuando ya se queda sin tripulación a quien romperle las pelotas, muta a fotógrafo “culinario” retratando al servicio de catering.

EL REFERENCIAL
Fervoroso amante de todo texto que sirva para identificar un lugar, sea un pueblo, una ciudad, un museo, un aeropuerto o un parque nacional. Su obsesión es la señalética vial y puede llegar a sacar cientos de fotos de los carteles que aparecen al costado de la ruta: “EL CALAFATE 10 km”, “EL CALAFATE 5 km”, “EL CALAFATE 1 km” y “BIENVENIDOS A EL CALAFATE”. Con él posando al lado o el cartel solo, para el caso da lo mismo. Si vas manejando vos, preparate: es capaz de hacerte girar en “U” para volver a tomar una foto del cartel del desvío a Villa Pistola, que por no tener la cámara a mano se le escapó.


EL EGÓLATRA
Sale en todas las fotos. Es infalible. Vuelve del Sur, de las Cataratas o de Europa sin una sola foto de paisajes, arquitectura o costumbres pero sí con cientos de imágenes de él mismo delante de cuanta cosa descubriera por el camino. Termina aburriendo porque, además de todo, aparece siempre en idéntica posición. “Yo estuve allí”, parece ser el mensaje como para que no queden dudas. Importa más su presencia en el lugar que el lugar en sí, lo que hace sospechar que sus viajes solo obedecen a una especie de mandato turístico.

LA EXHIBICIONISTA
Variante hot del anterior. Personaje que pertenece en su gran mayoría al género femenino. Adora su cuerpo y decide mostrar esa generosa mercadería hasta donde sus amigos pueden ver y las leyes de pornografía de Internet se lo permiten. Es fanática de las poses gatunas y sus escenarios favoritos son las playas, las piscinas y las camas de hotel. Y se saca de a miles. No escatima esfuerzos –ni megabytes- en florearse con su colección de mallas, stilettos y provocadores vestidos de noche. Su sueño es salir en la tapa de la revista Hombre aunque a veces da más para Weekend. No hace falta imaginarse qué es lo que más sobresale en la foto que ilustra su perfil de facebook. ¡¡¡Jugale todo al 7!!!

EL PADRE BABOSO
La fotografía digital se inventó para él. Sí señor. Su reblandecido orgullo lo vuelve impune y es capaz de aterrizar en tu casa o en la oficina con 2 ó 3 CD's de su bebé recién nacido: la criatura culo para arriba, culo para abajo, durmiendo, tomando la teta, en bolas, con la cachufleta al aire, con la mamá, con el tío, a upa de la madrina, bañándose, bañándose, bañándose... Consejo: no golpees la compu o el reproductor de DVD si parece que las fotos no caminan; es muy probable que sea una tanda de 20 ó 30 en la misma posición.

EL INCONTINENTE
Puede llegar a reunir las características de todos los anteriores o puede que no. Tira una foto casi casi con la misma frecuencia que respira. Cualquier motivo es bueno para una instantánea. No es excesivamente molesto excepto cuando tiene que romperle las pelotas a los demás. “Che, a ver... pónganse para la foto”, escuchás en la reunión de ex de la secundaria cada vez que te acercás a chamuyar con tu compañerita de banco que está hecha un minón y encima te da calce. “Vos estás mal ahí... correte más acá que no entrás. Un poco de onda, cheee...”, vuelve a exigir un rato más tarde. Por las dudas andá con el comedor bien cepillado porque te va a hacer impostar una sonrisa cada 10 minutos, el zopenco este. Lo que logra este sujeto es que nadie pueda hablar con nadie y que todos salgan a la calle con bastón blanco porque quedaron casi ciegos de tanto flash.

Hay de todo, como se vio. Y está bien que así sea. La fotografía es una actividad creativa y nadie se merece que le “corten las piernas”, como diría el Diego. Yo mismo desde que entré al mundo digital tripliqué la cantidad de disparos cada vez que viajo o salgo de vacaciones. Pero por respeto no las paso todas, hago una exhaustiva selección. En este caso me ajusto al viejo y sabio dicho “para muestra sobra un botón”.

lunes, 24 de octubre de 2011

El pluralismo que se viene

El video que se ve abajo pertenece al informativo del canal de cable oficialista CN23, y el videograph “maradoniano” que aparece un par de veces en pantalla fue puesto al aire apenas se conocieron los primeros resultados de los comicios nacionales de ayer.
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Posibles explicaciones de los “justificadores de todo” (si es que las hay) ante este episodio:

1) Fue una travesura del videografista, che, ¿no se bancan una joda?
2) El videografista fue guiado telepáticamente por Magnetto.
3) La imagen esta trucada con Photoshop, ¿no se dieron cuenta, gorilas de cuarta?
4) Se refería a las jugadoras norteamericanas de básquet.
5) Fue una interferencia de TN armada con “dobles” de los conductores y un decorado similar.
6) Lo escribió EL desde el más allá.
7) Fue un mensaje en clave para la policía que estaba por liberar a una rehén en un asalto en González Catán.
8) Fue obra de la “corpo” mediática. Ah... ¿cómo? ¿CN23 es nuestro? Perdón, je...
9) Estaban promocionando el libro del Toti Pasman.
10) Fue un adelanto del nuevo anuncio presidencial “Sexo para Todos”.

sábado, 22 de octubre de 2011

Animales de costumbres

Hace unos años, mientras caminaba temerariamente entre los autos para trepar a un colectivo que me había “parado” a unos 10 metros de la vereda, me puse a pensar en todos los atropellos diarios de los que somos víctimas quienes vivimos en las grandes urbes. Sobre todo en la caótica ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Y no solo pensaba en los atropellos y maltratos en sí mismos, sino en algo más curioso y sorprendente: cómo nos vamos acostumbrando a convivir con esas tocaditas de culo y las aceptamos mansamente como parte ya del folklore cotidiano. En palabras más civilizadas: aprendimos a legalizar la anormalidad.
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Ya nos acostumbramos a que, después de esperar 150 números para iniciar un trámite, nos reciban con la frasecita mágica “se cayó el sistema”. Y andá a llorar a la iglesia o a defecar a los yuyos, lo que más te guste. El “sistema” es como una entidad superior, como un Dios omnipotente que se toma el palo cuando se le canta el culo sin que nadie tenga derecho a reclamarle nada. ¿O acaso podés cagar a trompadas al “sistema”? No, porque es todo y no es nada a la vez. No existe, no tiene cuerpo, no está.
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Nos acostumbramos a los automovilistas y colectiveros que violan sistemáticamente la luz roja mientras aguardamos para cruzar calles o avenidas. Nuestro instinto de supervivencia, por supuesto, nos hizo generar anticuerpos: apoyamos un pie en el asfalto una vez que se han detenido todos -varios segundos más tarde- y no cuando se enciende el hombrecito blanco del semáforo.
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Nos acostumbramos a los hijos de puta que estacionan obstruyendo rampas para discapacitados o salidas de garajes. Y en realidad nos quejamos de vicio; en lugar de sacar el auto en una simple maniobra lo podemos hacer en 45, ¿cuál es el drama? De paso cañazo practicamos actividad física tratando de mover –sin herniarnos, ojo- ese par de 4x4 que dejaron frenadas y en cambio.
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Nos acostumbramos a ver montañas de basura tiradas en las calles como si fueran un decorado inevitable y a la vez bizarro. Como si le aportaran una extraña identidad a la ciudad, le dieran una cuota de “arrabal”. Y nos acostumbramos también a callarnos frente a quienes la arrojan, por miedo a recibir un botellazo en la cabeza o, con suerte, una estentórea y descalificadora puteada si el ocasional transgresor es un sujeto no demasiado violento.
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Nos acostumbramos a los soretes de los perros como si fueran adornos minimalistas o extraños objetos caídos mágicamente del cielo. Las veredas se han convertido en pistas con obstáculos y ya es algo absolutamente normal que no podamos caminar más de 5 metros sin ensayar un slalom.
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Nos acostumbramos a los impuntuales, sucumbiendo al mito de una supuesta modernidad. Es que está instalado que ser puntual es algo demodé, de viejo choto y cascarrabias. “Llegar a la hora que te citaron es un quemo, no va a haber nadie”, te dicen para justificarse. Y tienen razón: no va a haber nadie porque todos terminan pensando igual. Es un círculo vicioso. Nadie quiere convertirse en el boludo que llega a horario mientras los demás caen a la hora que se les cantan las pelotas.
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Nos acostumbramos a la corrupción porque, según el mensaje que nos bajan desde algunos medios, “corruptos va a haber siempre”. “Roban pero hacen”, recitaban sin que se les cayera la cara los defensores del modelo neoliberal de los ’90. “Roban pero son de izquierda”, es, palabras más, palabras menos, el latiguillo versión 2011. Y tampoco se les cae la cara.
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Nos acostumbramos a la inseguridad porque está visto que no hay voluntad de encarar seriamente el problema. Mientras tanto modificamos horarios, recorridos y hábitos de vida, y gastamos fortunas en alarmas, rejas y vigilancia privada. Hasta desde algunos organismos oficiales nos “enseñan” cómo proceder ante un eventual y grato encuentro con estos señores amigos de lo ajeno.
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Nos acostumbramos resignados a darles un “diezmo” a los trapitos que “velan” por la seguridad de nuestros autos en canchas y recitales. Caso contrario el riesgo es grande: si zafamos de que nos agarren literalmente del cogote, al regresar podemos encontrar las puertas y el capot con más rayas que la camiseta de Los Andes.
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Y nos acostumbramos también a que, por un bochazo, un alumno le cruce la cara de un navajazo a un profesor o pruebe los efectos del fuego en la cabellera de una maestra. “Y... cambiaron los tiempos”, repite todo el mundo, no en tono de lamento -al menos debería serlo- sino de pícara advertencia. Y guay del que se atreva a reclamar un poquito más de respeto, orden y disciplina: será acusado de facho y de querer volver sin escalas al oscuro reino de Videla y Massera.
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A todo lo dicho venimos acostumbrándonos los argentinos y a muchas otras cosas más como la contaminación, los ruidos, las barreras eternamente bajas, las picadas callejeras de autos... Intentar desacostumbrarnos no es tan difícil. En algunos casos depende de nosotros mismos y en otros no, pero para eso está el derecho a la legítima protesta. Solo es cuestión de voluntad, compromiso, sacrificio (ya parezco Scioli) y de hacer causa común, como cuando marchábamos por las calles al grito casi romántico de “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. ¿Seremos capaces de lograrlo? No soy muy optimista.

lunes, 17 de octubre de 2011

Aunque usted no lo crea

Lo llamativo del aviso publicitario que figura abajo no es justamente el premio recibido por esta importante obra urbana, que bien merecido lo debe tener; lo verdaderamente insólito es que no la hayan bautizado "Néstor Kirchner". ¿Qué pasó, muchachos nac & pop? Reconozcan que estuvieron lentos acá, ¿eh? Que no decaiga.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Los inventores de la ley de ventaja

Si se confeccionara un ranking de los personajes más detestables que suelen desfilar por nuestra vida cotidiana, sin lugar a dudas el sitial de honor se lo llevarían los ventajeros. Son esos seres que, sin ningún pudor, buscan sacar provecho de cada situación, aun a costa de perjudicar a familiares o amigos. Jamás descansan. Mientras vos dormís o gastás tu tiempo en actividades placenteras y recreativas, ellos están urdiendo planes o dudosas estrategias para pasarte por arriba. Y no son pocas las veces que logran su cometido porque tienen el don de la sorpresa, te agarran desprevenido y con la guardia baja. Su especialidad es el chiquitaje, la pequeña avivada que, precisamente de tan insignificante, siempre deja peor parado a quien se atreve a pararles el carro. Y ésta es la clave del éxito de los personajes que siguen a continuación.
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EL GARRONERO
Uno de los motores, sino el principal, que mueve a los ventajeros es la guita y este especímen es un fiel exponente de ello. Ha llegado a la conclusión de que es posible subsistir tranquilamente sin desembolsar un mango. Su patológica miserabilidad lo eyecta de cabeza a la categoría de enfermo. Exprime al máximo cada una de sus ocasionales relaciones para no abrir la esquiva billetera, así se trate del alquiler de una película, la entrada al teatro, algún trámite municipal o el alimento para el perro. Si algo no llegara a interesarle lo garronea igual porque para eso se inventó el tráfico de favores: ese DVD con los goles del Banfield Campeón 2009 se lo regalará al portero hincha del Taladro, y de esa forma logrará que le arregle el calefón y le destape el inodoro gratarola. Un maestro.
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EL GARRONERO LIGHT
Sub-especie más inofensiva. No jode tanto el ventajeo en sí sino el caos que provoca para lograrlo. Durante el verano se lo puede ver hostigando a promotoras a la pesca de una muestra pedorra de bronceador, la degustación de una nueva línea de jugos o una visera con el logo de una marca de profilácticos. Se anota en todas las clases playeras de step y termina en alguna guardia de traumatología o, en el peor de los casos, en una unidad coronaria. En alguna época no tan remota solía pasar varias veces frente a los puestos de Gándara y Villa del Sur de la ruta 2 para llevarse como trofeo un yogur o una botella de agua mineral. Consumido el producto, como buen representante del medio pelo argento diseminaba los desechos por toda la banquina. Durante el resto del año, este oportunista profesional no se pierde una sola inauguración de plástica o fotografía, en las que ya sabe que nunca va a faltar el morfi ni el chupi(1).

EL COCODRILO DUNDEE
Personaje que entra a tallar a la hora de levantar una consumición grupal de escaso monto. La inaccesibilidad de su billetera es directamente proporcional a la cifra que le toca abonar. Siempre pero siempre este elemento va a estar en el fondo de una enorme y desordenada mochila, en el auto que quedó estacionado como a 10 cuadras o directamente olvidada en la casa. En el raro caso de tenerla a mano, la misma estará intencionalmente habitada por un solitario papel de 100 pesos que, obviamente, será demasiado grande para saldar un mísero café con dos medialunas. “Qué cagada, no tengo más chico. ¿Alguien me banca?”, exclamará fingiendo preocupación. Hacé la prueba: relojeá con disimulo el número de serie que figura arriba de la jeta de Roca y vas a descubrir sorprendido que es el mismo billete que amaga sacar siempre. Es más, lo debe tener atado con una delgadísima tanza de nylon.

EL SUBSIDIADO
Pariente cercano del anterior. Beneficiado por la practicidad del sistema de pago “a la romana”, se clava un lomo de ciervo colorado con salsa de arándanos que termina saliéndole como unos fideos con manteca y aceite. Se chupa él solo un Embrujo Patagónico Tempranillo cosecha 2002 de 150 mangos y finalmente garpa la tacuen como si hubiese empujado la comida con agua de la canilla. Ante tu airada protesta, intenta trabajarte la moral y la culpa apelando a su frase de cabecera: "No me digas que vas a hacer quilombo por XX pesos de mierda". "Y si son tan de mierda explicame por qué carajo no los ponés vos", hay que contestarle para invertir su argumento falaz y perverso.
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EL ACOMODATICIO
Rey de la subjetividad y cultor del doble standard. Defiende o ataca una misma postura según lo que le conviene en ese momento. No resiste un archivo. Se hace bien el boludo si una situación irregular lo favorece, pero cuando lo perjudica ahí se acuerda de aplicar desesperadamente el reglamento. Como comerciante defenestra los productos de otros y tiempo más tarde los elogia si el que los vende es él. Ante un tira y afloje por guita, solo reclama airadamente si la que sale perdiendo es su billetera. Si se da a la inversa, utiliza el mismo argumento ambivalente y perverso del subsidiado: “No puedo creer que seas capaz de reclamarme esta miseria”, te reprochará con tono dramático.

EL MANIPULADOR
Diría que es el más peligroso. Nunca va al grano e intenta obtener información tuya preguntándote las cosas indirectamente o mediante largos rodeos. Él, en cambio, jamás cuenta nada de nada. Te obliga a estar las 24 horas en estado de alerta porque es invasivo y no se le cae la cara para pedirte quinientas veces la misma “gauchadita”. Busca modificar tus planes para su propio beneficio o intenta convencerte de hacer algo que solo le conviene a él. Le decís que no podés prestarle el auto porque justo ese día tenés un asado y te contesta "mirá que escuché por ahí que para mañana está pronosticado lluvia, ¿eh?". Le aclarás que no podés quedarte a cubrirlo en el laburo porque vas al súper a aprovechar unas ofertas y te retruca "tenés tiempo, ¿eh?; leí que es hasta fin de mes y además me dijeron que corren para dos o tres productos nada más".

EL ESCONDEDOR
Es asiduo practicante de la teoría del sapo hervido(2). Falsea cifras y no blanquea sus intenciones de entrada para evitar que lo saques cagando. Traducido al criollo: te la va metiendo de a poquito para que no lo adviertas ni te duela demasiado. Te ruega que lo aguantes "5 minutitos" y aparece a los 45. Te pide que lo alcances con el auto "acá a un par de cuadritas" y te hace manejar hasta la puerta de su casa. Te manguea unos pesitos “por unos días” y, con tus billetes ya en mano, a las dos semanas te avisa que cuando se le destrabe la herencia de la abuela te devuelve “una parte”.
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EL FALSO
Personaje también peligroso y extremadamente retorcido. Actúa que no le interesa algún objeto que está en disputa cuando en realidad se muere por cepillártelo. Tené cuidado, su verdadero objetivo es hacer que bajes la guardia al suponer –erróneamente- que él se retiró de esa eventual competencia. A la larga termina resultando patético porque esa impostura se le nota de acá a la China. De todas maneras no dejes las cosas ahí. Como él cree que su estrategia es secreta, hacelo reventar en silencio confesándole que los que obran de esa forma te parecen unos reverendos hijos de puta.
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Estimados seguidores de este blog: ¿Conocen a algún ventajero más?
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(1) Cuando se inauguró mi muestra de fotografías de la Patagonia en el Centro Cultural Borges, aparecieron 2 o 3 personajes desconocidos que pasaban varias veces frente a las obras para terminar el circuito en la mesa donde se servía una copa de vino.
(2) Basada en un experimento que consiste en tirar primero un sapo vivo en una olla con agua hirviendo y luego en una con agua tibia a la que se le irá aumentando la temperatura de a poco. En el primer caso el sapo escapará aterrorizado; en el segundo, el animal será incapaz de advertir los cambios y finalmente morirá cocinado.