domingo, 24 de octubre de 2010

Mineros made in Argentina


Nadie puede dudar que el tema de los 33 mineros chilenos atrapados bajo tierra ha tenido en vilo al mundo entero durante dos interminables meses. A lo largo de ese tiempo, quienes siguieron de cerca la historia han pasado por distintas sensaciones. Primero la angustia de no saber si estaban vivos, luego la alegría al enterarse que sobrevivieron al derrumbe, más tarde la esperanza de saber que serían sacados de esa trampa de piedra y finalmente la euforia al seguir en vivo y en directo los detalles del rescate.
Como ya es costumbre en la Argentina de los últimos años, cada puta cosa que sucede aquí o en el mundo termina dividiendo aguas. Es inevitable. Los que tienen una postura, digamos, afín al Gobierno piensan que fue un circo mediático, que se magnificó, que mueren cientos de mineros por año, que no fue un milagro, que fue un show montado por la derecha chilena y que Piñera es un “figuretti” (si yo fuera presidente haría lo mismo; entre que me critiquen por estar y por no estar, prefiero que sea por lo primero. Cuando ocurrió lo de Cromagnon, el presidente de ese entonces estaba de vacaciones en El Calafate). Los que habitan a la diestra del espectro político, en cambio, piensan que fue un triunfo de la eficiencia y que el rescate tuvo éxito gracias a que hoy Chile es un país serio y previsible. O sea, elogios con un claro mensaje: aprendamos de los chilenos. Como los del primer grupo odian las comparaciones (ya lo desarrollé en otro post) terminan agarrándole más bronca a Piñera, a los mineros, a la cápsula Fénix y a las dos mujeres de Yonni Barrios.
Personalmente no estoy de acuerdo con los que se llenan la boca con la eficacia chilena con el (mal) intencionado fin de menospreciar –y ridiculizar- la nuestra. Yo creo que ante una situación similar hubiéramos actuado igual o mejor. Contamos con la capacidad, la tecnología y los hombres para hacerlo. Pruebas a la vista: tuvimos un Premio Nobel de Química, otro de Medicina y hoy por hoy hay argentinos trabajando en la NASA, desarrollando vacunas o diseñando satélites, entre lo primero que se me viene a la mente.
Pero claro, toda la tecnología, el saber y el esfuerzo humano se pueden ir al tacho por culpa de un solo factor: la política. Y sí, no es fácil lidiar con el egoísmo, la burocracia, el oportunismo, la envidia y la estupidez. Por eso, inspirado un poco en estas cuestiones tan nuestras, elaboré una lista de causas por las cuales podría fracasar -o al menos retrasarse bastante- un rescate de semejantes características aquí en nuestro suelo.

1) Reacción de las autoridades. Las tareas de búsqueda de sobrevivientes arrancarán un par de semanas más tarde, una vez convencidos de que el accidente no fue un invento de TN ni se trató de una operación política de Duhalde.
2) Jurisdicción. Una cuestión importante será el signo político de la provincia donde se encuentre la mina siniestrada. De ello dependerá si el Gobierno les manda una perforadora con tecnología de última generación o un taladro de 20 mangos comprado en una oferta de Easy.
3) Sonda de supervivencia. Habrá un largo debate sobre su diámetro. Algunos la querrán hacer lo más finita posible para que a los mineros no les puedan mandar ni Clarín ni La Nación.
4) Contacto con la superficie. Estará todo calculado para que los mineros puedan ver los partidos del Apertura 2010. Para mantenerlos con la moral alta, entre corner y corner se repetirá una publicidad oficial donde anuncian que construirán una autopista de 7 carriles por mano para sacarlos.
5) Corrupción. Inevitable y más en estos casos. Gracias a un rastreador puesto por la gente del programa CQC, se descubrirá que una de las perforadoras donadas por una empresa estaba escondida en la casa de un intendente.
6) Televisación. Por decreto, el Gobierno se quedará con todos los derechos bajo el nombre de “Rescate Para Todos”. Los del panel del programa “678” bajarán como rescatistas para, de paso, transmitir desde la mina. A cada minero le preguntarán tendenciosamente qué opina de Clarín, de Macri, de Lanata y de los Medios. Por las dudas lo editarán, qué pensaban.
7) Nombre de la cápsula. Acá los pobres mineros deberán tener un poco de paciencia. Habrá una pelea feroz que seguramente terminará debatiéndose en el Congreso. El oficialismo propondrá nombres como cápsula “Evita”, “Unidad de Rescate Descamisados”, cápsula “No se olviden de los ‘70”, “Dulce Hebe”, “Reina Cristina” o cápsula “Clarín Miente”. La oposición pretenderá llamarla “Unidad de Rescate Julio Cleto”, cápsula “Voto No Positivo”, cabina “No se metan con los monopolios” o cápsula “Se viene el Cabezón”. Si ganan estos últimos, Cristina lo vetará y la ley se tratará al año siguiente. Los mineros agradecidos.
8) Ropa de los mineros. Otro frente de tormenta. La discusión se centrará en cómo saldrán vestidos a la superficie. Habrá ofertas de uno y otro lado del arco político. De un sector acercarán remeras con leyendas como “Néstor 2011”, “Hugo gobernador”, “Somos la mierda oficialista” o “Tomemos el Palacio de Tribunales”. Del otro se verán prendas con estampados como “Aguante el 82% móvil”, “Mejor Felipe”, “Va a estar buena la mina” o “Devuelvan los 55 palos”.
9) Presencia de ministros. Antes de comenzar el rescate, esperarán la llegada al lugar de Timerman y Aníbal. El primero les mandará a los mineros mensajes de esperanza vía Twitter y el segundo les dirá que lo que están sufriendo allá abajo es sólo una “sensación”.
10) Problemas gremiales. Ya se hicieron muchos chistes sobre esto pero no por trillado deja de ser cierto: toda persona que participe del operativo va a tener que afiliarse al gremio de Moyano. Nada de tercerizados. Ante cualquier intento de lo contrario, don Hugo estacionará un Scania arriba del pozo y no entrará ni saldrá nadie de la mina. “Nosotros no bloqueamos a naaaaadie”, se va a defender con su característica e inquietante parsimonia.
11) Protestas sociales. D’Elía organizará una movilización reclamando que quiere más “negros” participando del operativo de rescate. Los de Quebracho harán una sentada sobre el pozo pidiendo la libertad de algún compañero que cagó a piedrazos a la policía.
12) Invitados especiales. No se efectuará el rescate hasta que no lleguen Evo, Correa y Chávez. Estos tres líderes latinoamericanos no pueden estar ausentes en todo lo que signifique la “liberación de los oprimidos”.
13) Complicaciones de último momento. Violando el cordón de seguridad, Doña Hebe se sentará arriba del pozo al grito de “turros” e incitará a tomar la mina.
14) Palabras presidenciales. Acá puede haber otra demora importante. Cristina no dará su encendido discurso de bienvenida a los mineros hasta no encontrar algo que relacione a este hecho con la dictadura.
15) Provisión de anteojos negros. Será el único tema en el que oficialismo y oposición estarán de acuerdo. El problema al salir no será la luz del sol; todos querrán impedir que estos pobres hombres vean la triste realidad Argentina.

Manos Mágicas


Temazo de Ronny Jordan.


lunes, 4 de octubre de 2010

El subjetivismo al poder

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Por estos días, un nuevo culebrón político (si se lo puede llamar así) inunda los medios gráficos y televisivos de la Argentina. Es el caso del ex guerrillero chileno Galvarino Sergio Apablaza Guerra, hoy radicado en la Argentina y sospechado de haber planeado el asesinato del senador Jaime Guzmán y el secuestro del empresario Cristian Edwards, ambos hechos ocurridos en 1991. El gobierno de Chile pidió su extradición para juzgarlo, pero el nuestro no se la da. Y de esta manera, asistimos a un tira y afloje en el cual, más que las leyes, el Derecho Penal Internacional o lo que opine la Corte Suprema, lo único que prevalece de este lado de la cordillera es un liso y llano subjetivismo infantil. O sea, Cristina y sus muchachos hacen el siguiente razonamiento: “como el acusado tiene nuestra tendencia política y la víctima era del bando opuesto, y encima el señor que nos está reclamando al sospechoso (Piñera) también tiene ideas que mucho no nos copan, entonces no se lo mandamos un carajo”. De más está decir que si el muerto hubiera sido un militante social y el sospechoso un ex represor, este último saldría eyectado rumbo a Chile envuelto para regalo, con dedicatoria y anunciado en acto oficial. ¿O alguien lo pone en duda?

Pero el caso Apablaza no es el único en el cual el gobierno adopta posturas según conveniencias, ideologías o intereses en juego. Ha habido varios. Tal es así que en los últimos años los argentinos nos hemos ido enterando que las tremendas desgracias que nos persiguen son como el colesterol: las hay buenas y malas. Hay corrupción buena y corrupción mala. Hay intolerantes buenos e intolerantes malos. Hay monopolios que molestan y otros que no. Y esta extraña dualidad también se manifiesta con los periodistas mercenarios, los terroristas, los enriquecimientos ilícitos, los intentos destitutivos, los piquetes, las protestas, los contaminantes, los espionajes, las barras bravas y los tan vapuleados -y manoseados- Derechos Humanos. En resumen, parece que la cosa ahora califica por ideología: un estudiante amenazando que se va a llevar puesto a Macri cae simpático pero una copetuda de Barrio Norte golpeando una cacerola es una genocida que merece la horca.

No sé si viene al caso pero recuerdo que una vez estábamos charlando con unos amigos sobre la violencia social y su responsabilidad penal. Es decir, yo planteaba que si con un piquetero salíamos por separado a romper vidrieras seguramente no íbamos a tener la misma condena. Yo me comería unos meses de cana común y el piquetero, en cambio, pasaría a ser un preso político. Doña Hebe y todos los organismos de Derechos Humanos pedirían por su libertad y en cuestión de horas lo soltarían. Yo preguntaba, entonces, cuál era la diferencia entre mi delito y el del piquetero. “Es que vos no entendés nada...”, me atajó uno de mis amigos con tono paternal e insinuando cierta ironía; “...es muy sencillo, mientras estás rompiendo los vidrios tenés que gritar ‘viva Perón’”.