miércoles, 10 de marzo de 2010

El show del repulgue


No existe un combo de situaciones más graciosas, conflictivas y estresantes que las generadas al encargar un delivery de empanadas. Que alguien me diga si efectuar un pedido de este típico producto criollo no es para quilombo. Desde la sesuda elección de los gustos hasta el momento en el que se abre el paquete. Sin mencionar las discusiones sobre el lugar o las complicaciones surgidas durante el llamado telefónico. Juro que es para filmarlo. Pasen y sírvanse... lo que puedan!!!

ORGANICEMONOS
La primera disputa de la noche se da a la hora de elegir el comercio encargado de suministrarnos las empanadas. Todos aseguran conocer "el" lugar donde las hacen mejor. Que no es el mismo, por supuesto. “Pidamos las de acá a la vuelta”, insistís vos. “No, las de ahí no te las como ni en pedo, les ponen mucho aceite y termino repitiéndolas 3 días seguidos”, protesta airadamente otro. “Bueno, entonces pidamos las de enfrente de la placita”, sugiere un tercero con toda la buena onda y la paciencia. “No, las hacen muy secas”, vuelve a quejarse el mismo de antes. “¿¡¡Y cuáles te gustan, la puta que te parió!!?”, grita otro desde la cocina, mientras filetea un salamín para ir aplacando a las fieras. “Che, yo conozco un bolichito que abrieron hace poco. Me dijeron que son buenas”, aporta tímidamente una de las chicas. “Y dale, ¿tenés el teléfono?”, pregunta otra. “Mmmm... no, tendría que llamar a la cuñada de mi prima que fue la que las pidió”, se excusa, mientras el del salamín se auto reprime para no acuchillarla. Como se ve, la cosa viene complicada, pero es solo el comienzo.

¿VOS DE QUE QUERES?(1)
Bien o mal, conformes o no, una vez definido el lugar, el segundo paso es elegir los dichosos gustos. Puede ser al voleo o en base a algún folletín o volante del negocio en cuestión. Generalmente aparece un voluntario que en una hojita va anotando las preferencias de cada comensal. “Vos Ricardo... ¿cuáles querés?”, arranca lapicera en mano. “¡¡¡¡Para hoy, Ricky!!!!”, lo caga a pedos al ver que el tipo está estudiando el menú como si fuera un ejercicio de análisis matemático. “Ya está, anotame 5 de verdura”, declara al fin ante el asombro de todos. “A mí anotame una de panceta al curry, una de roquefort con cerezas patagónicas y otra de longaniza a la soja”, avisa otra con veleidades de gran gourmet. “Me parece que estás anotando mal...”, corrige alguien; “...¿por qué no hacés una lista de los gustos que van pidiendo y les colocas un palito al lado? De onda te lo digo...”, concluye. “¡¡Tomá!! ¿Querés hacerlo vos?”, reacciona enojado y amenazando revolear el papelito a la mierda. “Che, me está faltando Juanpi”, avisa el escribiente, ya repuesto del entredicho anterior. “¡¡Aguantá que ya vooooy!!”, se escucha desde el baño, seguido por el “fshhhhhhhh” del agua del depósito. Y por supuesto, la cosa se enrosca aún más cuando hay que pedir por los que todavía no llegaron. “¿Y con Seba qué hacemos? ¿Lo esperamos?”preguntás vos. “Pedile 2 de pollo y 2 de carne picante”, resuelve una de las chicas muy segura. “¡¡Desde cuándo a Seba le gustan las de carne picante!! Pedile 2 de cebolla y queso, mejor”, corrige otra ofuscada como si se las tuviera que morfar élla. Y si hasta acá la cosa parecía abrochada, todo vuelve para atrás cuando al momento de llamar, alguien dispara: “che, mirá que las mías las quiero al horno, ¿eh?”.

¿TE PUEDO HACER UN PEDIDO?
Si vos creés que este es un período de calma, te equivocás, porque durante el llamado telefónico también suelen aparecer ciertos percances. A saber: constantes tonos de ocupado, avisos de demora en las entregas, escasez de gustos... “Che, me dicen que no les queda de carne cortada a tijera. ¿Por cuál la cambian?”, pregunta el encargado de hacer el pedido. Esta situación descoloca a muchos y obliga a un inesperado replanteo. “¿Te puedo llamar en un ratito?”, termina consultando el ocasional vocero al relojear el tenso clima de confusión que reina en el ambiente. A veces son más de uno los gustos que faltan, lo que provoca un caos generalizado que sólo personas con temple de acero pueden manejar. Los más sumisos se la bancan; los más intolerantes piden cambio urgente de negocio o directamente la cabeza del dueño. Una vuelta –y esto es posta- un amigo le arrancó el teléfono de la mano a su mujer y, al mejor estilo Tangalanga, le preguntó al empleado, que si le faltaban tantos gustos, por qué carajo no cerraban.

RUEDA DE RECONOCIMIENTO
Tarde o temprano llegan las empanadas y comienza el gran conflicto de la noche: identificarlas. No es fácil. Agujeritos, símbolos, estilos de repulgue e iniciales marcadas a fuego como si se tratara de ganado son más difíciles de interpretar que los rollos del Mar Muerto. A veces vienen con diferentes y extrañas formas, pero al momento de hincarles el diente dudás si quedaron así a propósito, o porque el motoquero derrapó en una curva y se fue contra un poste de alumbrado. Otras traen los nombres en una especie de señaladores de papel. Pero esta aparente prolijidad dura lo que un pedo en una canasta; después de los primeros manotazos, los papelitos señalan cualquier cosa y terminás clavándote una de cantimpalo con ají putaparió, cuando habías pedido una de atún sin sal. Qué se le va a hacer.
La situación se puede poner todavía más heavy cuando algún gusto no aparece. Es que puede ocurrir que te hayan mandado empanadas de menos. Hay que llamar nuevamente al negocio, entonces. “Sí, qué tal... te hablo de Segurola 4186, Torre 17, piso 24, departamento 132 bis...”, arranca el reclamante; “...mirá, es para comentarte que no nos trajeron la de chinchulines al oporto...”, continúa con tono de preocupación. El reclamo es atendido y con la de chinchulines finalmente en mesa los ánimos se calman. Sólo hasta que descubren que falta otra. Pero esta vez el enemigo está en casa.

LO MIO ES MIO Y LO TUYO TAMBIEN
El tema de la confusión en los gustos juega a favor de los personajes más odiosos de toda esta historia: los que toman las empanadas de otros. Básicamente hay cuatro clases de piratas del repulgue:
1) Los equivocados. Como recién vimos, algunos métodos de identificación son tan rebuscados que hacen ensartar a cualquiera. Lo entiendo y es perdonable.
2) Los despreocupados. Respetan la cantidad que pidieron pero el caos los agota y deciden manotear lo que venga. Lo considero imperdonable; con un poco de voluntad y atención se llevan las que les corresponden.
3) Los insaciables. Es decir, ya se fagocitaron las suyas y como se quedaron con hambre avanzan descaradamente sobre las de los demás. Este último grupo merece el pelotón de fusilamiento. Así nomás.
4) Los arrepentidos. Son los que le pegaron el tarascón y advierten que le erraron. “Uy, me parece que me estoy comiendo la de otro. Yo pedí queso y cebolla y esta es capresse”, avisa con voz culpable y actitud pecaminosa. El verdadero dueño la agarra como si fuera un pescado podrido, mirando de reojo a ese pedazo de tomate que asoma del boquete que dejó su amigo. En el mejor de los casos, el damnificado corta la parte mordida y se la engulle igual. En el peor, la empanada queda abandonada en la bandeja cual cachorrito manoseado que la madre ya no quiere tocar.
Pequeño consejo para quien no pertenece a ninguno de estos grupos: apenas llegue el conflictivo paquete, agarrate las tuyas. Rápido. Ponelas en un plato, en el bolsillo o en donde sea. Te evitarás grandes disgustos. Si te dormís podés no verlas más. O comerlas baboseadas.

DIME COMO LAS COMES...
Y a la hora de entrarles a las tan deseadas empanadas, cada uno recurre al método que le venga en gana. Se pueden comer con la mano o con cuchillo y tenedor. Los dos son válidos. No obstante, si sos partidario de la segunda opción, seguramente vas a tener que soportar el clásico y molesto “¡¡¡cheeeee, dejate de joder, comela con la mano!!! ¿Sos delicadito, ahora?”. Y tus amigos, que hasta acá te conocen como un tipo tranquilo, se escandalizan al escuchar de tus labios un “¡¡¡y a vos qué carajo te importa cómo me lastro la empanada, infeliz!!! ¿Acaso critico que te hayas salpicado toda la camisa con aceite?”. “¡¡Ehhhhh!! ¡¡Qué susceptible que estamos!!”, se ataja el agresor, que generalmente es de esos que creen que sus ataques nunca merecen las virulentas reacciones que provocan. La reunión se desmadra y más de uno se preguntará por qué no prevaleció la idea original de la tallarinada. ¡¡Y todavía queda por delante el delivery de helado!!
CONCLUSIONES DE SOBREMESA
Con las panzas llenas, el clima, por suerte, vuelve a tranquilizarse, y ese gusto por el que tanto se pelearon termina muerto de risa en la caja. Lamentablemente somos así.
Para hablar ahora un poco de mí, diría que acepto las empanadas de cualquier lugar, que soy de los que apenas aterriza el paquete tomo la precaución de agarrarme las mías y que no tengo una técnica definida para comerlas. Me da exactamente igual. Un día me gusta comerlas con cuchillo y tenedor, otro día me gusta hacerlo con la mano y quién te dice que en un futuro también pruebe la experiencia de comérmelas dobladas.
Una vez conocí a un empresario que antes de cerrar un negocio con algunos clientes o colegas, los invitaba a jugar un partido de tenis o de paddle. Allí les sacaba la ficha. En el fragor de la lucha se daba cuenta si los tipos eran leales, honestos, pacientes, generosos, caballeros, interesados, egoístas, violentos, tramposos, competitivos, etc, etc, etc... En fin, los obligaba a mostrar todas las virtudes y defectos de los seres humanos. Es una buena estrategia, aunque si yo estuviera en el lugar de ese empresario los invitaría a compartir un delivery de empanadas.

(1) Famoso slogan de una conocida cadena de delivery de empanadas.

3 comentarios:

Armando De Giácomo dijo...

Tiene algo de lógica. Después de tanto manipuleo te da cosa agarrar la comida con las manos.
Habría que preguntarle al HC si hay alguna otra máxima para las demás patologías que aparecen aquí.
Los que mordisquean y devuelven... Los que afanan gustos... Los que piden gustos raros...

Anónimo dijo...

Decile a HC, que la maxima 147, seguramente fue experiencia personal, o de alguno de Uds. Yo como la empanada con cuchillo y tenedor y mastico muy buenas piernas y como Uds. alguna que otra, tambien le doy a la manuela. Oh Uds. son SANTITOS.-

Vero dijo...

ajajajjajja
a todo esto........ que tanto repulgue!
yo prefiero sushi :) es la empanada del nuevo siglo, no?