lunes, 19 de junio de 2006

¡¡¡Vamo', vamo', Argentiiinaaa!!!


Señoras y señores empezó el Mundial. Y con él renació una especie de patriotismo que le mata el punto a las mejores ofertas callejeras de Retiro, Once o Constitución. Se ven autos embanderados, gente que va a sus trabajos luciendo orgullosa la casaca celeste y blanca, balcones con la insignia patria flameando sin cesar, y estruendo de bocinas cada vez que Crespo, Saviola o Tévez la manda a guardar adentro.

Gana Argentina y el punto obligado de reunión es el Obelisco. Chicas con la banderita pintada sobre las mejillas, chicos que van a levantarse a esas chicas, padres que cargan a su prole en el auto y salen a hacer oir su afónica bocina (esa que usan cuando el tráfico se pone pesado; ver en el mismo blog "Para un argentino..."), y por supuesto los infaltables inadaptados de siempre, esos que arrancan festejando el triunfo pero sobre la marcha cambian de planes y ven más interesante romper una vidriera y afanarse algo. Pero todo sea por Argentina.
"¡¡¡El que no salta es un brasilero o un inglés!!!", es el grito de guerra que se escucha desde todas las capas sociales. ¿Un inglés? Qué paradoja; seguramente olvidamos que durante esos cuatro años previos al Mundial a lo fino le dijimos cool, al centro de compras shopping, a la cervecita post-oficina happy hour, al maquillaje make up, y podría seguir indefinidamente con anglicismos como marketing, public relations, for sale, too much, panic attack, etc, etc... Claro que es un nacionalismo raro este; ensayando un cuestionario básico nadie de los que están allí sabría ubicar en el mapa a El Calafate, a Tinogasta, a Mina Clavero y menos que menos a la castigada Tartagal.

Capítulo aparte merece el bombardeo televisivo. Empecemos por las publicidades. No hay marca que no busque el guiño complice con el televidente mostrándole su compromiso con el Mundial y tratando de apasionar hasta al más insensible. Gritos de goles interminables, papelitos, festejos, gordos panzones con camisetas apretadas saltando como desaforados, Messi comiendo papas fritas, Messi promocionando una tostadora eléctrica, Messi cagando... Ah!, y todos son sponsors oficiales de la Selección, ojo al piojo con esto.
¡¡Y la cobertura periodística!! Ah, esto sí que no tiene desperdicio. Parece que es ley no escrita estar las 24 horas informando sobre todo lo que pasa en Alemania. Y cuando digo "todo" es TODO. Y en realidad soy un desagradecido, porque gracias a esto me pude enterar de que Crespo prefiere las pastas, que Messi ligó 3 veces el ancho de espadas en un truquito con Sorín, Ayala y Abbondanzieri, que Cambiasso está leyendo "El Codigo Da Vinci", y que Riquelme mandó a cocinar de vuelta un bife de chorizo porque se lo habían servido crudo.
Y si hay una verdadera cuestión de Estado es la salud de Messi. Todas las mañanas agarramos temblando el diario, rogando no desayunarnos con ningún titular que anuncie que algo malo le pasó a nuestro "pibe de oro".
"Se rumorea que recibió un fuerte golpe en el tobillo", se escucha en algún noticiero. Y tiembla el país. Y tal vez no falte el que salga a comprar dólares, a ver si en una de esas...
¿Y los móviles en las calles alemanas? ¿Todas las notas de aquí hasta que termine el Mundial van a ser con borrachos cruzándose en cámara? ¿No hay otras cosas que mostrar en ese país? Y aunque aparezcan estos personajes, ¿no hay otra opción que hacerlos balbucear o someterlos a picaditos callejeros donde terminan todos tirados en el piso? ¿Se puede hacer una nota sin burlarse con chistes fáciles de los que hablan otro idioma?
¿Y los móviles en Buenos Aires? Son otro campeonato, pero de lugares comunes. Juega Brasil: móvil en un boliche brasilero. Meninos borrachos, garotas revoleando el culo... Juega Paraguay: cámaras en un centro de residentes paraguayos a puro mate y tereré. Juega Alemania: móvil en el Instituto Goethe. Juega España: nota de color en Centro Gallego. No, si a originales no nos gana nadie.
Y las notas sensibleras no pueden faltar. ¿Qué periodista se perdería ver el partido de Argentina en casa de los Messi y hacer un primer plano de las lágrimas de alguna tía cuando el pibe hace un gol? ¿Qué daría un periodista por estar frente a los familiares de Abbondanzieri en el momento en que este ataje un tiro desde los 12 pasos? ¿O viajar hasta el pueblo de donde es oriundo algún jugador para documentar el fervor de la gente que lo vió nacer?
"Sí, yo lo conozco de chiquito, lo conozco. Venía acá al almacén a hacer las compras. Sabía que el pibe iba a ser un crack", dirá algún vecino "figuretti" como testimonio invalorable.

Señoras y señores empezó el Mundial. Y aclaro, por si hace falta, que me gusta el fútbol, lo entiendo, lo disfruto, trato de ver todos los partidos que puedo, grito los goles de Argentina y me gustaría que -si no aparece una "mano negra"- salga campeón. Pero también aclaro que tras la pitada final sigo con mis tareas cotidianas y salgo a la calle mirando para todos lados quizás con más atención que nunca, porque mientras algunos festejamos demasiado, otros están pensando en cómo apropiarse de lo ajeno. Y no solo me refiero a esos "perejiles" que rompen vidrieras.

miércoles, 7 de junio de 2006

Viajar te abre la cabeza


Lentas caravanas en la ruta para llegar a Mar del Plata. Vueltas y vueltas en el centro para encontrar estacionamiento. Colas para llegar a la playa. Vueltas y más vueltas sobre la arena candente para encontrar un lugar donde clavar la sombrilla. Colas y embotellamientos para volver de la playa dentro de un auto que hierve por haber estado largas horas al sol. Colas para entrar a comer. Colas para hablar por teléfono con la parentela que quedó en sus terruños. Lentas caminatas nocturnas por calles atestadas de turistas y de vendedores ambulantes que van a hacer su temporada.
Esta afiebrada rutina la repiten exactamente todos los veranos quienes eligen pasar sus vacaciones en los lugares más congestionados de la Costa. Sin embargo, en la oficina, en el café, y en la charla entre amigos se escuchan cosas como:
"¡Ahhh, no sabés como me desenchufé!", "¡Qué bien que te hace cambiar de aire!" ¿De qué se desenchufó? ¿Qué aire cambió? ¿Quiso desenchufarse o en realidad buscó trasladar 400, 500, o 1000 kilómetros su rutina diaria para sentirse seguro en un lugar alejado de su hogar? "Sabés que no extraño para nada Buenos Aires", se escucha decir por ahí. ¡¡Y cómo van a extrañar si nunca se fueron!!

En un artículo que leí hace algunos años, un periodista describía el curioso comportamiento de un grupo de turistas que viajaban a bordo de un catamarán sobre el lago Nahuel Huapi. Mientras algunos gozaban de ese hermoso entorno, otros se dedicaban a actividades tales como jugar a las cartas, hablar del barrio, tomar mate, pelar el "sanguchito" o el paquete con las facturas, o hacer cola frente al bufet. Y la conclusión a la que llegaba -y que comparto- era que a la mayoría de los seres humanos nos asusta lo que no conocemos bien, y para sentirnos a salvo recurrimos a rituales que nos acercan más a nuestra vida cotidiana, nos refugiamos en actividades que podemos dominar.

Y están los que vuelven del Sur, de las Cataratas o de Europa sin una sola foto de paisajes pero sí millones de imágenes de ellos mismos delante de cuanta cosa descubrieran por el camino. "Miren, yo estuve allí", es el mensaje que pretenden dar entre líneas. Importa más su presencia en el lugar que el lugar en sí. Viajan nada más que para cumplir con una especie de mandato turístico y hacer morir de envidia a quienes los vieron partir. Para ellos los viajes integran la lista de objetivos que todo mortal debe tener en la vida: casarse, tener hijos, comprarse la casa, el auto... y conocer Europa!!! Viajar te abre la cabeza, es verdad; pero la llave la tiene uno mismo.

Y están los trofeos de guerra, lo que todo turista "debe" traerse de cada viaje.
"¿Te compraste algo?", es la pregunta típica que nos hacen amigos y compañeros de trabajo. Y no los podemos defraudar; tenemos que demostrarles que hicimos un excelente negocio comprando pullóveres baratos en Mar del Plata, o aparatos electrónicos y raquetas de tenis a buen precio en Miami. Y si no te traés nada, ¿para qué mierda fuiste?, pensarán.

¡¡Y cómo nos hacemos sentir los argentinos en el exterior!! Entramos al Coliseo Romano con la camiseta de Boca y el mate en la mano (con la foto de rigor, por supuesto), gastamos a los que se visten o hablan distinto a nosotros (¿en qué conocido programa de TV lo fomentaban esto?), tomamos "prestadas" algunas cositas de hoteles y restaurants, hacemos chistes de mal gusto mientras el guía está explicando la historía de algún lugar sagrado, hablamos a los gritos para que todos sepan que somos "bien" argentinos, etc, etc...
Recuerdo que la primera vez que me tocó salir del país, le pregunté a quien me vendía los pasajes a Carmelo si tenía algún consejo para no tener problema en el Uruguay. La empleada esbozando una leve sonrisa me contestó: "No seas demasiado argentino".

Dudas existenciales

Prendo el televisor y escucho a un economista liberal decir que el presidente Kirchner está girando "peligrosamente" a la izquierda. Subo a un taxi y el tachero, ya sacado, me asegura que el "Pingüino" es un "bolche" y un "montonero". Leo en las noticias internacionales declaraciones de los yanquis donde ven con preocupación la tendencia izquierdista de nuestro gobierno.
Marcha piquetera. Los muchachos desfilan con consignas como "Kirchner, te vendiste a los intereses de EE.UU." o "Kirchner, alcahuete del FMI". Veo una manifestación violenta del grupo Quebracho, donde además de romper todo, gritan "¡¡Kirchner facho!!". Escucho a algunos periodistas decir que estamos viviendo una dictadura.
¿Kirchner es de izquierda o de derecha?

Situación hipotética. Salgo a la calle y me pongo a saltar arriba del primer auto que veo. Le rompo los vidrios, fajo a los que están adentro, etc, etc... Obviamente voy en cana y un tiempito a la sombra me voy a comer, seguramente. Y bien merecido.
Ahora, si un piquetero hace todo esto que acabo de mencionar es detenido y pasa a ser un preso político. Todos los organismos de Derechos Humanos pedirán por su libertad y en cuestión de días lo soltarán.
¿Qué diferencia hay entre los dos delitos (el mío y el del piquetero)?

Charla de café, de oficina, o de taxi.
"A los argentinos afuera no nos quieren, nos odian", exclamamos muy indignados y convencidos de que somos víctimas de una conspiración universal.
¿Y cómo tratamos acá a los bolivianos, paraguayos, peruanos y chilenos?

La mayoría de los argentinos nos ponemos de la nuca cuando en algún lugar del planeta desconocen la ubicación de nuestro país o confunden Buenos Aires con Río de Janeiro. ¿Acaso todos sabemos dónde queda Helsinki, Katmandú, o Nairobi?

¿Alguien criticaría sin piedad a trabajadores independientes como un agente de seguros, un músico o un plomero porque les va mal en sus trabajos? Entonces, ¿por qué les damos con un hacha a Coria, Gaudio, Nalbandian y compañía cuando pierden?

Uno de los puntos centrales en la causa Cromagnón es que entraron 4000 personas en un lugar habilitado sólo para 1000. ¿Qué hubiera pasado si al completar el millar de espectadores Chabán se plantificaba en la puerta y no dejaba pasar más a nadie? ¿Cómo hubieran reaccionado los 3000 que quedaban afuera? ¿Hubieran actuado como seres adultos y racionales pegando media vuelta y yéndose cada uno a su casa o le hubieran destrozado el local?

Cuando se agotan las entradas para ver un Boca-River se arman terribles batallas campales en la calle porque todos quieren entrar. ¿Qué pasa si, ante estos violentos requerimientos, los clubes sobrevenden y durante el partido ocurre una desgracia? ¿A quiénes deberán echarle la culpa los familiares de esas víctimas que querían entrar pese a saber que ponían en riesgo sus vidas?

La ley que prohibe la venta de alcohol en la vía pública, ¿rige los 365 días del año o se anula para la fiesta de San Patricio?
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La religión católica habla de no comer carne durante Semana Santa... ¿En algún lado dice que hay que comer pescado? ¿Por qué hacemos colas como pelotudos frente a las pescaderías pudiendo comer pastas, verduras o una pizza?